Había una vez una madre que tenía un pequeño bebé. La madre no sabía si este pequeño bebé viviría. El pequeño bebé no sabía si quería vivir tampoco. La madre vivía en una casa con una puerta en el suelo, pero nunca la habría y la rara vez que lo hacía se veía todo oscuro y se escuchaban los fantasmas que vivían allí, un día sus pequeños hijos la habían abierto y luego desaparecido, por eso la madre no quería que su pequeño bebé viviera en un mundo donde hay fantasmas en la puerta del suelo. El pequeño bebé no sabía si quería vivir porque no sabía si sería lo suficiente bueno para su madre. Hasta que un día la madre pensó ¿por qué no? La vida es muy buena para perderla y en todo caso le diré que no abra la puerta del suelo y ella decidió quedarselo. Y el pequeño bebé pensó ¿por qué no? ¿Por qué no disfrutar de ella, y pasar las tarde viendo al sol esconderse y jugar a la rayuela? y así el bebé decidió vivir. Cuando ya en la casa eran dos, la madre se ocupaba de recordarle por lo menos tres veces al día a su pequeño bebé que no habrá la puerta del suelo pero como todo niño un día la abrió. Pero ¿si ustedes fueran niños lo hubieran hecho también o no?
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